PLAN DE FOMENTO DE LA LECTURA

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ISAAC ROSA

ENCUENTROS LITERARIOS EN LA BIBLIOTECA

30 de enero de 2019

La forma narrativa es una opción magnífica para dar forma al pensamiento. Somos consumidores de relatos porque la ficción nos hace replantearnos la realidad y cuestionarla, nos hace buscar, mirar con extrañeza y además, disfrutar cuando el relato es bueno, cuando la novela te atrapa y no te suelta. Isaac Rosa en uno de los encuentros literarios de este año en el instituto.

Nota biográfica 

Nace en Sevilla en 1974. Es uno de los escritores más relevantes de nuestro tiempo, columnista en eldiario.esy colaborador en Cadena Ser y en La Marea. Ha sido también columnista en el diario Público y ha colaborado en la revista El Jueves.

Publica su primera novela, La mala memoria, en 1999, rebautizada en 2007 con el título ¡¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!! En 2005 obtiene el reconocimiento general de la crítica con El vano ayer, una novela sobre el Franquismo que es galardonada con el premio Ojo crítico de RNE, el premio Rómulo Gallegos y el premio Andalucía de la crítica. Le seguirán El país del miedo, en 2008, una inquietante novela sobre el miedo social que condiciona nuestras vidas y nuestros comportamientos, que obtuvo el Premio de Novela Fundación José Manuel Lara, La mano invisible en 2011, que nos adentra en los entresijos del mundo laboral de nuestros días, La habitación oscura en 2013, que recibe el premio Cálamo y el premio de la revista Quimera y nos sumerge en una oscuridad que es a la vez libertad y refugio. Finalmente, en 2018 publica Feliz Final, la historia de una relación amorosa contada desde su final. Isaac Rosa es también autor de dos novelas gráficas, Tu futuro empieza aquí y Aquí vivió: historia de un desahucio, de una obra de teatro, Adiós muchachos, y de un ensayo sobre Kosovo. 

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Vivimos rodeados de ficciones. Diría más: asediados por ficciones. Por representaciones ficticias de la realidad. No me refiero a novelas. Ni a cuentos. Ni siquiera series de televisión. Sino esas otras narrativas que hoy detentan la hegemonía de la ficción: la política. La economía. El periodismo de los grandes medios. ¿Qué otra cosa ofrecen todos ellos sino ficciones? Y por supuesto la publicidad, como síntesis y modelo de las tres anteriores. ¿Te gusta conducir? Las versiones oficiales hace tiempo que son ficciones. Relatos. El triunfo del storytelling de marras, el arte de contar historias [...] Narraciones que poseen todo lo que tiene que tener un buen relato para ser eficaz, para persuadir, para imponerse: personajes, cronología, intriga, nudos, conflicto, desenlace, estructura, ritmo, estilo. Héroes, villanos, incertidumbre. Final feliz, a veces. Final abierto, otras: continuará. No se vayan todavía, aún hay más. La conexión emocional y la seducción irresistible propias del pensamiento narrativo y que también conocen los vendedores de cuentos de este tiempo.

[...]Frente a esta maraña de ficciones preconizadas con que nos esconden la realidad venimos aquí a ofrecer un modesto puñado de ficciones [...] piezas con que escribir acaso otro relato, otra ficción, otra representación de la realidad, que discuta con la dominante, que quiera impugnarla, que la emplace desde la conciencia de su debilidad.

Compro Oro, Madrid, La Marea 2013. Introducción

¿Qué pasaría si un expresidente de Bankia (sí, ese que están pensando) saliese a la calle solo, sin escolta? ¿Qué pasaría si una gran movilización europea hiciese realidad el RefugeesWelcome? ¿Qué pasaría si mañana las estatuas humanas que llenan las calles del centro iniciasen una protesta inesperada? ¿Qué pasaría si de pronto dejásemos de beber Coca-Cola en solidaridad con sus trabajadores? ¿Qué pasaría si las Kellys, las mujeres que limpian las habitaciones de hotel, dejasen en la almohada algo más que un bombón de cortesía? ¿Qué pasaría si la cena de Navidad se desmadrase tanto que tú y tus colegas de trabajo perdieseis el miedo?

Welcome,Madrid, La Marea 2016. Contraportada

-          ¿Qué quiere decir nada?

-          Nada es nada, cero…

-          No puede ser.

-          Pues lo es. Yo tampoco me lo creía, pero lo he comprobado con la red comercial. Nada. Cero.

-          No lo entiendo.

-          Yo tampoco, pero es así. Ni bares, ni supermercados, ni tiendas. Ni los chinos, vaya.

-          Nada… ¿Ni una lata? ¿Ni una sola lata?

-          Ni latas, ni botellas. Y no sólo Coca-Cola. Tampoco el resto de productos. NiAquarius, ni Fanta, ni…

-          Vale, vale. Ya lo he entendido. Nada. ¿Desde cuándo?

-          Hace tres semanas que no reponemos.

-          ¿Tres semanas? Eso es mucho tiempo.

-          Sí, pero los repartidores no le dieron importancia.

-          ¿No les pareció importante no colocar una puta lata en tres semanas?

-          Es sólo un barrio…

Mensaje en una lata

Welcome, Madrid, La Marea 2016. Contraportada


Aquí estamos. Acabamos de llegar. Nos sumamos a los que llegaron antes, en pocas horas se unirán los que vienen detrás. Agotados, nos dejamos caer en la tierra, soltamos las bolsas y las mochilas, nos descalzamos para aliviar ampollas. Los voluntarios, que llevan días esperándonos, reparten botellas de agua y bocadillos. Los médicos atienden cortes en los pies, músculos acalambrados, lipotimias, agotamiento. Quienes llegaron antes nos reciben, nos cuentan cómo está la situación, hablan excitados, señalan hacia la cercana frontera, la valla alambrada.

Welcome, Madrid, La Marea 2016

Estamos ante la última frontera de la humanidad. Tras colonizar los cincos continentes, tras la industria y el comercio global; después de pisar la luna y alcanzar los confines del universo; una vez derrotada la mayoría de enfermedades y modificada genéticamente la naturaleza, estamos en condiciones de cruzar la última frontera: el sueño.Súmate a nuestra revolución. Despierta. Abre los ojos.

La conquista del sueño

Welcome Madrid, La Marea 2016

A mí no me la pega. Hazme caso, tengo buen olfato. Es él. Es el puto jefe. No digo que sea el jefe supremo, el de arriba del todo, porque a ese sí lo conocemos. Él no se prestaría para algo así, y además es viejo. Yo creo que este es uno que está por debajo del gran jefe, pero no muy por debajo. Un director general de algo, un jodido ejecutivo, de esos que cuando les quitas la corbata parecen desnudos. Míralo bien, fíjate: ¿A que te lo imaginas con traje y corbata? ¿A que no le pega el uniforme? Parece que va disfrazado. Y encima lo trae siempre limpio, planchado, como nuevo. Ya sé que esas son las normas y todos deberíamos traerlo así. Pero es el único que cumple las normas.

Y no sólo esa, la del uniforme. Las cumple todas. Sigue el protocolo sin saltarse un paso. No se le olvida nada. No se equivoca.

El puto jefe, Madrid, La Marea 2015

Podríamos caer, una vez más, en la denuncia del franquismo basada en el género esperpéntico (la incompetencia policial, en este caso) acentuando los elementos más risibles, la visión ridiculizante de un régimen que, antes que grotesco (que lo era y mucho) fue brutal. Consciente o inconscientemente, muchos novelistas, periodistas y ensayistas (y cineastas, no lo olvidemos) han transmitido una imagen deformada del franquismo, en la que se cargan las tintas en aquellos aspectos más garbanceros (el estrafalario lenguaje oficial, el generalito barrigudo y de voz tiplisonante que provoca más risa que horror, la paranoia sobre los enemigos de la patria [...] las sentencias de muerte pringadas de chocolate con picatostes, la épica caduca de los manuales escolares, la estética cutre del nacionalcatolicismo, los desmanes surrealistas de la censura). Se construye así una digerible imagen de régimen bananero frente a la realidad de una dictadura que aplicó, con detalle y hasta el último día, técnicas refinadas de tortura, censura, represión mental, manipulación cultural y creación de esquemas psicológicos de los que todavía hoy no nos hemos desprendido por completo [...] Se forma así un memoria de tarareo antes que de conocimiento, de anécdotas antes que de hechos, palabras, responsabilidades.

El vano ayer, Barcelona Seix Barral 2005

El vano ayer ha engendrado un mañana vacío, mediante un trastoque de términos: el brutal ayer, dicen, ha engendrado un mañana (por hoy) brutal.

El vano ayer, Barcelona Seix Barral 2005

La desconfianza ante los desconocidos, el miedo al extraño, al mundo exterior como una amenaza, no desaparecen jamás, y las calles oscuras nos devuelven siempre a aquel bosque con lobo, de la misma forma que el último pederasta, el secuestrador de niños, es la enésima reencarnación del ogro que recorre las aldeas raptando chiquillos para luego devorarlos en su cueva; y a su vez el enfermo que se hace pasar por jovencita en un foro de Internet para concertar una cita con su próxima víctima es aquel lobo que engañaba a los inocentes cabritillos haciéndose pasar por su madre. Según crecemos, la educación del miedo continúa, aunque los materiales empleados sean otros: todo tipo de historias, reales o ficticias, que escucharemos, leeremos o veremos a lo largo de nuestra vida; noticias, relatos personales, ficciones literarias y cinematográficas, rumores, leyendas o pesadillas, que harán más grande el edificio de nuestro temor, pues cada nuevo ladrillo se coloca sobre los anteriores, los miedos son acumulativos, los viejos nunca desaparecen.

El país del miedo, Barcelona, Seix Barral 2008

Quién nos iba a decir que la habitación oscura acabaría convertida en un escondite. No ya un refugio, donde ponerte a salvo unas horas: un escondite, un agujero. Quién nos iba a decir hace quince años, cuando cegamos las ventanas e insonorizamos las paredes, que un día sería esta madriguera en la que hoy nos hemos recogido, como si aquí no fueran a encontrarnos, como si esta invisibilidad y este silencio fuesen a durar para siempre y esta pudiera convertirse en nuestra casa en adelante: recordáis cuando en los primeros tiempos fantaseábamos con una vida a oscuras, con entrar un día y no salir nunca más.

La habitación oscura, Barcelona, Seix Barral 2013


Nosotros íbamos a envejecer juntos. Lo digo en voz alta por escucharme, y compruebo lo melodramático que suena: nosotros íbamos a envejecer juntos. Lo repito con más fuerza, buscando el eco en el dormitorio vacío, exclamatorio: ¡nosotros íbamos a envejecer juntos! Pruebo a decirlo sonriendo, como un vendedor telefónico: nosotros íbamos a envejecer juntos. Nada, sigue sonando aparatoso. Ahora engolando la voz, rodilla en tierra,calavera en mano, pausas dramáticas. Nosotros. Íbamos. A envejecer. Juntos. Abro los brazos para llenar los pulmones de tenor, la orquesta se eleva, el público se estremece, tintinea la gran lámpara sobre la platea: nosotroooooos íbamos a envejecer juntoooooooos. Caigo muerto en el escenario, aplausos, hipidos. Lo tecleo en el teléfono, en varios intentos: Nosotros íbam, y borro. Nosotros íbamos a env, y borro todo. Nosotros íbamos a envejecer juntos. Tras observar unos segundos las palabras que hasta en la pantalla fosforita resultan grandilocuentes, las borro de nuevo, bloqueo el teléfono, paseo hasta el salón, me siento en el sofá cojo, único mueble que queda en todo el piso. Doy unos botes en el asiento, lo hago taconear en el parqué. Nuevo intento: Nosotros íbamos a envejecer juntos. Leo, releo. Busco en la libreta de contactos, selecciono tu nombre, que sigue siendo el primero, aquel al que llamarían los servicios de emergencia en caso de encontrarme muerto. Una última revisión del texto y por fin hago clic en Enviar.

Feliz Final, Barcelona, Seix Barral. 2018

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